bienvenido!

Esperamos que te guste nuestra web, que hemos creado con muchas ganas y dedicando mucho tiempo

Usuario:
E-Mail:
Escribe cuánto es 44 + 41:
 
año 66 de la era ibañez

philémon y el mundo de las letras (i)


“Para empezar, el pocero Barthélemy se cayó al fondo del pozo que estaba
cavando y llegó a la "A", la primera letra de la palabra "Atlántico".
Las letras se encontraban en medio del océano, como si fueran islas,
pero no eran islas. Existían y a la vez no existían

(Philémon - "El naúfrago de la "A", 1972)
 

  Aquellos que alguna vez hayan soñado con sumergirse en mundos fantásticos como el de Alicia en el país de las maravillas de Carroll, el Principito de Saint-Exupéry, Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift, Little Nemo de McKay o el país de Oz de Tannenbaum están de suerte. La serie de la que vamos a hablar hoy es un pasaporte de ida y vuelta al mundo de Philémon, un humilde campesino francés capaz de conectar con universos fabulosos, a menudo acompañado de su fiel amigo, el asno Anatole. Adolescente, delgado, de cabello negro (y alborotado) y buen porte, Philémon presenta un carácter dulce y soñador. Siempre camina descalzo y viste un pantalón negro y un polo de rayas azules y blancas que le queda pequeño, dejando a la vista su ombligo.

Frédéric Othon Théodore Aristidès (Fred - 1931-2013)
 
  La serie nació el 22 de julio de 1965 de la mano del historietista francés Fred (1931-2013), un dibujante que perteneció a una generación de gigantes franceses como Moebius, y que logró aupar la serie a lo más alto tras hacerse con el premio de Angoulême en 1980, lo que supuso igualmente su consagración como genio de la historieta. Tras ser rechazada por la emblemática revista Spirou, terminó publicándose en otra revista veterana: la francesa Pilote, en un número especial, el nº 300, que celebraba tan redonda cifra. Las historietas fueron apareciendo de forma seriada entre 1965 y 1987, a razón de dos páginas por semana, formando así historietas largas sin un número de páginas fijo (habitualmente oscilan entre 44 y 64 páginas). Además de la revista Pilote, también se publicaron historietas de Philémon en otras revistas relacionadas con esta (Super Pocket Pilote, Annuel Pilote, Pilote & Charlie).

Portadas de la revista Pilote nº 444 y 456 (Fred, 1968)
 
  En España se publicaron tres historias cortas suyas en la revista Gran Pulgarcito (1969), donde el personaje recibió el nombre de Fidelio:

- La pesca de Fidelio (Gran Pulgarcito n.º 36, 29 de septiembre de 1969).
- Un espectáculo inaudito (Gran Pulgarcito n.º 48, 22 de diciembre de 1969).
- Un extraño carrusel (Gran Pulgarcito n.º 54, 2 de febrero de 1970).

 También aparecieron muchas aventuras en la revista infantil Cavall Fort, en catalán (adaptada a esta lengua por Albert Jané), de forma mensual, durante unos cincuenta números publicados entre 1979 y 1990. La serie se llamó entonces Filalici, y ha vuelto a gozar de una segunda juventud, con dos historietas largas y dos cortas publicadas recientemente:

- El náufrago de la "A" (Cavall fort nºs 1339-1344 / V/2018-15/VII/2018)
- El viajero del tiempo (historia corta) (Cavall fort nº 1347 / 1/IX/2018)
- El zoo de madera (historia corta) (Cavall fort nº 1348 / 15/IX/2018)
- El piano salvaje (Cavall fort nºs 1364-1373 / 15/V/2019 / 1/IX/2019)

 


"El naufrag de la "A"' - Cavall Fort nº 420 (I/1980)


  Sin embargo, la obra de Fred fue una de las grandes olvidadas en nuestro país durante décadas, no contando con una edición integral hasta el año 2016, y gracias a ECC, que publicó una cuidada edición en tres volúmenes que bien valen su peso en oro. Se publicaron entre mayo de 2016 y enero de 2017.
 

Portadas de los tomos 1 y 3 del integral de ECC (V/2016 / I/2017)


 En la primera de las historias "El misterio del claro de los tres búhos", integrada en el álbum "Al pie de la letra" (1978), ya podemos adivinar las intenciones de Fred para con la serie. El autor nos presenta  una aventura surrealista, y muy onírica. Consigue que el lector tenga la impresión de estar viviendo un sueño como pocos autores lo han hecho jamás. Todos sabemos bien a qué nos referimos: a esa sensación de ver cómo las cosas no son lo que parecen, ni funcionan como deberían, y en la que el tiempo parece perder su linealidad. Esta primera historia gira entorno a un árbol muy particular ubicado en el claro de los tres búhos. Tras observar a unos payasos pronunciar una contraseña frente a éste, Philémon descubre, cuál Ali Babá (otra referencia a un clásico), que él también puede acceder al interior del mismo tras recitar la frase en cuestión. Una vez dentro, nuestro protagonista se encuentra con un mundo extrañamente cómico: una suerte de circo ambulante subterráneo liderado por un alocardo hombre con chistera y gafas negras, un hipnotizador, que ha conseguido  "amaestrar" a toda una legión de siervos: payasos, trapecistas, caballos de mentira, elefantes, leones marinos..., muchos de ellos vecinos de los alrededores que habían desaparecido sin dejar rastro, y a los que el hipnotizador tiene subyugados gracias a sus poderes de persuasión. En este extraño mundo, en el que tampoco faltan ni los carromatos, ni la arena del circo, se desarrollará esta primera historieta que nos permite ir conociendo poco a poco la personalidad de Philémon y su extraña facilidad para encontrar puertas espacio-temporales hacia mundos sorprendentes (aunque en esta ocasión todo suceda, aparentemente, en el mismo espacio y tiempo el que habita el protagonista).

"El misterio del claro de los tres búhos" (Página 3, Fred, 1965)

 La segunda parte de la aventura (Par le petit bout de la lorgnette, 1966) introduce a un personaje que será clave en el desarrollo de la serie: Felicien, tío de Philémon. Un pastor de carácter afable que puede domeñar a su antojo el tamaño de todo cuanto le rodea al mirar a través de un catalejo mágico que su mujer, la tía Hortense, le dejó al morir. La historia muestra ya las primeras similitudes con el universo de la Alicia de Carroll: objetos y rebaños de ovejas que encogen hasta tener el tamaño de un ratón, relojes gigantes... y hasta el propio Philémon crece hasta tocar el techo, como le sucediera a Alicia en la casa del conejo blanco, para luego terminar miniaturizado, durmiendo en una cajita de cerillas de su tío Felicien.

"Al pie de la letra" (Philémon, 1965) / "Alicía en el país de las maravillas" (Lewis Carroll, 1865)

  Uno de los ganchos de los que se vale Fred para atrapar al lector desde el comienzo de la serie es precisamente a través de la complicidad de este con Philémon, a quien todos toman por un soñador, un cuentista, que solo narra fábulas salidas de su cabeza. Incluso Héctor, padre de Fred, aún siendo partícipe de alguna de estas paranóicas situaciones en alguna ocasión, termina por autoconvencerse de que nada es real, y de estar viviendo un sueño del que quiere despertar. Sin embargo, el lector sí es testigo de cada una de las sorprendentes situaciones por las que pasa Philémon a lo largo de la aventura, quedando poco a poco cautivado por el guion. Un guion que, dicho sea de paso, parece simple, como pensado por un niño, pero que esconde mucha filosofía (segundas lecturas, como "El Principito"). Fred explica que la forma de ser de Philémon está influenciada, inevitablemente, por la propia personalidad de su hijo.
 

"Par le petit bout de la lorgnette"
(segunda parte de "Al pie de la letra") (Fred, 1966)


  Pero lo mejor de la serie está aún por llegar. El espíritu de la serie empieza, en realidad, a partir de la segunda aventura (El naúfrago de la "A"), publicada de forma seriada entre los números 441 y 454 de Pilote, en 1968. Es en ese momento cuando Fred crea el tablero de juego sobre el que se desarrollará buena parte de la serie (su "Nunca Jamás" particular), además de varios personajes principales. En la aventura, Philémon descubre, junto al pozo de casa, unas botellas con unos misteriosos mensajes pidiendo ayuda, y, como dice el refrán: la curiosidad mata al gato. El deseo del protagonista por descubrir quien está detrás de estos mensajes de socorro le hace caer irremediablemente en el pozo. Se produce aquí un nuevo guiño a las historietas de Alicia: que también caía al vacío al comienzo de la novela de Carroll. En este caso, Philémon se mueve en un medio líquido, bajo el agua del pozo, y logra salir a la superficie con vida. Pero en lugar de hallarse en el interior del pozo, se encontrará en una extraña tierra en la que lucen dos soles, lo que le hace tener dos sombras, y en la que los árboles producen botellas de cristal.


"El naúfrago de la "A"" (Fred, 1968)

  En esta nueva tierra, Philémon conoce al pocero Barthélémy, un naúfrago, que resulta ser el autor de las misteriosas misivas, y quien le revela la verdad: cada uno de los caracteres del término "Océano Atlántico" que vemos en los mapas, es en realidad un archipiélago cuyas islas tenían la forma de cada una de sus letras, siendo la isla en la que ellos se encuentran la primera "A" de Atlántico.


"El naúfrago de la "A"" (Fred, 1968)

 Barthélemy, por tanto, no es otro que el náufrago de la "A", que da nombre a la aventura, y que se dedica a cavar pozos para intentar encontrar la forma de escapar de la isla. El naúfrago vive, junto a su amigo el centauro Viernes, en una extraña mansión-palacio que ha crecido del suelo como una planta, y que requiere de su riego, claro. En cuanto a Viernes, se trata de una criatura de mal carácter, pero de buen corazón a quien Barthélemy extrajo una espina de su pezuña, logrando su fidelidad absoluta desde entonces.



"El naúfrago de la "A"" (Fred, 1968)
 

 Barthélemy relata a Philémon su encuentro con un unicornio, que le dio una clave para escapar de la isla: "Quien entre por la "A", saldrá por la "A"". Con esta pista, y la ayuda de Philémon y del capitán de un barco que viajaba en el interior una botella, y que pasaba cerca de la isla, conseguirán llegar hasta la otra "A" de "Atlántico", otra isla en mitad del océano. Sin embargo, solo Philémon será capaz de regresar al pozo en el que cayó, quedando Barthélemy atrapado en un extraño laberinto en dicha isla.

 Como lector, y admirador del mundo de los sueños, llegué a cuestionarme si toda esta historia habría sido un sueño en la cabeza de Philémon, que habría sucedido después de que este perdiese el conocimiento al caer al pozo. Y es que Fred juega con nuestra psique como el maestro que es. Cuesta creer que el hijo de Fred, tal como explica el autor, tuviera que sufrir en primera persona las burlas de algunos compañeros de colegio en relación a este extraño archipiélago inexistente creado por su padre. Precisamente, el que fuera un mundo imaginario, mitológico, poético, etc... era lo que le hacía tan especial.

  En cuanto a las referencias, además de las ya mentadas, se encuentran evidentes influencias de otras novelas clásicas: "Los viajes de Gulliver", de Jonathan Swift,  y "Robinson Crusoe", de Daniel Defoe. La historia esconde, además, algún que otro guiño al mundo real, como la referencia al cuadro de Géricault ("La Balsa de la Medusa") a su paso por la "T" del océano Atlántico.
 

"La balsa de la Medusa" (Théodore Géricault, 1819) / "El naúfrago de la "A"" (Fred, 1968)

  Al final del álbum se han incluído dos historias cortas: en la primera se cuentan los encuentros de Philémon con dos viajeros en el tiempo que emergen del fondo del río en sendos vehículos de su época. Los viajeros resultan ser parientes, uno procede del pasado y otro del futuro, y terminan encontrándose en el presente de Philémon. En la segunda historia, el protagonista se encuentra con un músico con sombrero de copa que, cual flautista de Hamelín, lidera una manada de extraños animales fabricados por él mismo al que siguen al son de la música emitida por la caja de música que este hace sonar.


Historia corta del encantador de animales - "El naúfrago de la "A"" (Fred, 1968)


  La trama del náufrago de la "A" no se cierra, obviamente, al quedar Barthélemy atrapado en la isla, por lo que Fred prosigue el argumento en el tercer álbum, "El piano Salvaje", (Le piano sauvage, 1968). Philémon consigue la ayuda de su tío Felicien para poder regresar a la isla de la "A" y así intentar rescatar a Barthélemy, buen amigo de Felicien. Lamentablemente, Philémon se pierde entre las aguas del océano, donde se cruzará con misteriosos personajes: un explorador que camina sobre las aguas y un hombre que viaja en globo y le rescata de morir ahogado, dejándole, sano y salvo, en la isla de la letra "N". Esta isla, presenta la particularidad de que sus habitantes tienen prohibido pisar el césped, por lo que han terminado por evolucionar hasta el punto de desarrollar unas alas que recuerdan a las de las mariposas. Pero Philémon, incapaz de volar, tendrá que ser juzgado por invadir el cesped. El juicio resulta ser otro guiño más de Fred a las aventuras de Alicia. El contraste entre la inocencia de Philémon y el carácter del juez es comparable al de Alicia y la reina de corazones ("¡Que le corten la cabeza!").

  Descubrimos también aquí la capacidad del autor para hacernos reflexionar sobre nuestro sistema, nuestras normas, nuestras leyes... Resulta cómico a la vez que grotesco ver cómo los habitantes de la isla se escandalizan ante algo tan anodino como saltar sobre el césped. Y es que, como si de fábulas se tratase, cada historieta esconde un mensaje, una moraleja, una crítica mordaz a nuestra sociedad, a nuestra normalidad, a los cánones más conservadores, que invita al inconformismo y a criticar nuestras rutinas. Un canto a la libertad, en definitiva.


"El piano salvaje" (Fred, 1968) recuerda al juicio de "Alicia en el país de las maravillas"


  Philémon termina el juicio siendo encarcelado en el cuerpo de una extraña cebra-cárcel donde deberá aguardar con paciencia hasta que llegue el día del gran concierto. Dicho concierto no es otro que una suerte de corrida de toros en la que el joven habrá de enfrentarse, vestido de etiqueta, cual músico, a una criatura con forma de piano de cola, un piano "salvaje", al que deberá de vencer si desea recuperar su libertad.
 


"El piano salvaje" (Fred, 1968)


"El piano salvaje" (Fred, 1968)

  El ruedo parece estar integrado con algo parecido a un hotel en el que Philémon termina reencontrándose con Barthélemy. Juntos intentarán hallar el camino de regreso a la segunda "A", que les llevaría de nuevo a casa. En su intento de huída, se cruzarán con nuevos personajes a cual más peculiar: un gigante que quiere que le sirvan cruasanes y un caracol enorme que tira de los cruasanes que demandaba el primero. Por puro azar, Philémon termina encontrando una puerta por los pasillos del edificio que les permite regresar a su mundo, en concreto, a un armario de la casa de su tío Felicien, quien les recibe con los brazos abiertos. Un final feliz que cierra, aparentemente, el ciclo del naúfrago de la "A". Final feliz.


"El piano salvaje" (Fred, 1968)

  Al igual que el álbum anterior, este también se completa con dos historietas cortas a cual más divertida: en la primera Barthélemy está preocupado porque ha perdido a su sombra, a la que intentan localizar por el bosque. Allí se cruzan con un hombre con chistera (una vez más, se nota la predilección de Fred por esta prenda), que les ayudará a confeccionar una nueva sombra para Barthélémy. También James Matthew Barrie jugó con la sombra de Peter Pan en su célebre novela (¿nueva referencia?). Esta primera historia parece incluir una velada crítica a la continua insatisfacción del ser humano. En la segunda historieta, Philémon y Anatole se cruzan con Armand, un espeleólogo de considerables dimensiones que emerge del suelo como si de una planta se tratase. El hombre resulta ser amigo de Héctor, padre de Philémon, aunque, extrañamente, este parece no reparar en su descomunal tamaño.

  El cuarto álbum llevó por título "El castillo colgado" (Le château suspendu, 1969), y retoma la trama cerrada en el álbum anterior. Philémon se cruza con un cabizbajo Barthélémy que echa de menos a Viernes y a su isla, en la que vivió durante cuarenta años. Con ayuda de Felicien, que posee una caracola hinchable, consiguen crear una nueva puerta espacio-temporal que atraviesan para llegar esta vez al punto la "I", donde habita el rey guardián del Faro-Búho.


"El castillo colgado" (Fred, 1969)

  Se trata de una criatura nocturna que hace las veces de faro para evitar que los barcos choquen contra las costas de la isla. Tras visitar el interior del faro-búho y contemplar las espectaculares vistas que se advierten desde su interior, Philémon y Barthélemy caminan durante horas por el haz de luz proyectado por los ojos del faro hasta que amanece y este desaparece, precipitándose estos al vacío, y cayendo al océano.


"El castillo colgado" (Fred, 1969)

 Afortunadamente la pareja cae sobre una suerte de ballena-galera que resulta ser un enorme submarino, que nos retrotrae por momentos a la película de animación de los Beatles ("Yellow Submarine", 1968). Existen numerosas referencias en la obra de Fred a la película dirigida por el canadiense George Dunning, como veremos más adelante. Volviendo a la ballena, nuestros protagonistas son capturados por uno de los tripulantes de la misma y son conducidos hasta el capitán del submarino. Algunas viñetas parecen marcadas por la influencia de Julio Verne y su "20 000 leguas de viaje submarino", con ciertos paralelismos entre el Capitán Nemo y el Nautilus y la ballena mecánica y su líder. El interior de la ballena resulta ser una inmensa ciudad, llena de túneles y estaciones, movida por la fuerza humana de decenas de remeros, cuyas filas terminan engrosando Barthélemy y Philémon. La situación se precipita con un motín, organizado por los remeros, reivindicando unos "domingos sin remos" (otro mensaje subliminal, clara referencia a la lucha obrera por los fines de semana sin trabajar).


"El castillo colgado" (Fred, 1969) / "Yellow Submarine" (1968)

 
  La historia prosigue con el encuentro entre la ballena-galera y unos enormes pelícanos-balleneros que intentan darle caza, lo que desemboca en una batalla estas "criaturas" orwellianas. En la refriega, Philémon y Barthélémy son capturados por los pelícanos-balleneros y conducidos a un castillo colgante, donde terminan siendo reconocidos como unos supuestos libertadores de su pueblo (estaba escrito, según las profecías locales), por los que les piden que corten la cuerda que mantiene el castillo colgando del cielo para recuperar así su libertad. El castillo termina preciptándose al vacío y cayendo al mar, donde se hunde para siempre. Philémon y Barthélémy también se sumergen en las profundidades del océano y despiertan en lo alto de las ramas de un árbol en la campiña francesa, donde les encuentra Héctor, padre de Philémon. El álbum cierra con dos historietas cortas más: en la primera, Philémon se cruza en el campo con un curioso espejo en el que aparentemente está atrapado Barthélemy, aunque este no tardará en aparecer, explicándole a Philémon que en realidad se trata de un espejo que lleva cierto retraso a la hora de devolver la imagen que refleja (recordemos que Lewis Carroll también tenía debilidad por los espejos). En la segunda historia, Philémon encuentra una joven marioneta parlante que le explica que se ha caído de su "nido-teatro". Philémon le ayudará a regresar con los suyos.
 


Portadas de los álbumes "El castillo colgado" (1969) y "El viaje del incrédulo" (1969-70)


 "El viaje del incrédulo" (Le voyage de l'incredule, 1969-70), es la quinta aventura larga, y la que cierra el primer integral publicado por ECC. La historia da una vuelta de tuerca más a la serie, arrastrando el siempre incŕédulo Héctor, padre de Philémon, hasta la isla de los apuntadores. ¿Qué mejor forma de abrir los ojos a un ciego que hacerle ver? El personaje se había precipitado al vacío, a través de una nueva puerta espacio-temporal, engendrada por una enorme cremallera que estaba siendo manipulada por Felicien (en compañía de Philémon y Barthélémy).


Cremallera a otro mundo - "El viaje del incrédulo" (Fred, 1969-70)

  En la isla, Héctor se topa con decenas de apuntadores de teatro plantados en el suelo en sus respectivas escotillas, todos ellos liderados por el pastor regidor, único miembro del equipo que puede vivir fuera de esas escotillas. Es él quien dirige al rebaño de apuntadores, en definitiva. El encuentro desquicia a Héctor, que terminará siendo rescatando por su hijo (enviado a la isla gracias a otra idea de Félicien). Padre e hijo son secuestrados por un grupo de actores bárbaros, dedicados a la trata de apuntadores. Estos piratas, por llamarlos de alguna manera, viajan a bordo de un buque-teatro, en el que interpretan obras en alta mar. Estas obras son valoradas por una  legión de criticacuáticos, unos hombres de negro, con chistera, que se desplazan por el océano en manada, flotando sobre unos sillones rojos. Su veredicto de este extraño jurado determina el rumbo del barco: la pésima actuación de los piratas supone su naufragio, tras ser bombardeado por los peces-torpedo de los implacables critiacuáticos (Fred parece denunciar aquí el ataque de la crítica a cualquier manifestación artística libre, valiéndose de Philémon para evidenciar estos abusos de poder). Philémón y Héctor viajan entonces a la deriva por el océano, hasta que encuentran una nueva puerta espacio-temporal que los conduce a un teatro, desde el que finalmente logran acceder a la habitación donde Félicien y Barthélémy les aguardaban. Tras reencontrarse con su esposa, y a pesar de todo lo acontecido, Héctor seguirá tan incrédulo, o más, que antes de comenzar su periplo.
 


Criticacuáticos - "El viaje del incrédulo" (Fred, 1969-70)

  Como en el resto del álbumes, este también se acompaña de dos historietas cortas. La primera está protagonizada por un ilusionista en horas bajas al que no le funciona la chistera. Philémon le convencerá de que todo consiste en tener confianza. Otra mensaje velado reivindicando la autoestima y la confianza en uno mismo. En la segunda historieta encontramos a un "encantador de caminos", una especie de faquir, un poco chalado, capaz de hacer que el camino por el que pasean Philémon, Anatole y Barthélémy se despegue del suelo y levite. Afortunadamente, todo vuelve a la normalidad después de que el faquir deje de tocar su flauta, tras ser apresado por un par de loqueros que le conducen amablemente al psiquiátrico.

  "Simbabbad de Batbad" (1974) es el sexto álbum de la serie y el primero del segundo integral publicado en España por ECC. La historia comienza con un Barthélémy dispuesto a marcharse de la campiña francesa para llegar de nuevo a la "A" y utliza el pozo que le llevó allí en el pasado, a pesar de las advertencias de Philémon intentando disuadirle del peligro de intentar utilizar dos veces una misma entrada. Félicien envía a Philémon en su ayuda valiéndose de un misterioso aro que permite crear otra puerta dimensional que le permite incorporarse al mundo de las letras a través de una de las lunas que iluminan el océano Atlántico. Luego se precipita al mar y se encuentra con nuevas criaturas misteriosas: primero con los guardianes de las lunas, que se desplazan con unos zancos por encima de las aguas, y luego con los enrolladores del mar, que pliegan el océano Atlántico como si de un rollo de papel se tratase, dejando a la vista un inmenso desierto por el que Philémon caminará y caminará intentando dar con un enigmático personaje llamado Simbabbad de Batbad, quien podría darle alguna pista sobre el paradero de Barthélémy.


Enrolladores del mar - "Simbabbad de Batbad" (Fred, 1974)

  En su travesía por el desierto, se cruzará con un violinista que le ayudará a reencontrarse con su amigo, aunque todo resulta ser un espejismo, ya que el violinista es, en realidad, un encantador de espejismos. Finalmente, se produce el encuentro entre Philémon y Simbabbad (también conocido como Baba-baba), un enorme perro que emerge bajo la arena del desierto y quien le explica a Philémon algunos secretos de su naturaleza: cada doce horas crece y babea, dando lugar al mar, para luego encogerse poco a poco, generando mareas. Algo que parece pura mitología y que nos recuerda, una vez más, la impresionante imaginación de Fred. Tras crearse de nuevo el océano, con un Filemón que tiene que volver a nadar, se produce finalmente el reencuentro entre este y Barthélémy, que viajaba en una nube de humo y le salva de morir ahogado. Sobre la nube, la pareja sobrevuela la isla de la "A" y contemplan a Viernes, pero la altura les impide saltar a la isla, apareciendo, misteriosamente, en el humo de la pipa que fuma el tío Félicien en su habitación, que actua como catalizador o puerta espacio-temporal. Quizá el final más onírico de cuántos Fred nos ha presentado hasta ahora.
 


Philémon, a lomos de Simbabbad - "Simbabbad de Batbad" (Fred, 1974)

  El álbum se publicó, como en otras ocasiones, junto a una historieta corta, que narra el encuentro entre Philémon y una bruja joven, que iba de camino a un aquelarre. La bruja le concede un deseo, y hacerlo realidad les complicará la vida por momentos.


El encuentro de Philémon con la bruja - "Simbabbad de Batbad" (Fred, 1974)


  La séptima aventura de la serie llevó por título "La isla de los sargentos" (1974). En ella, Félicien anima a Barthélémy a regresar a la isla de la "A" utilizando un cordel encantado. Así, junto a Philémon, conseguirá por fin regresar a su isla, aunque, apenas llegan a la misma, son capturados por una enorme marioneta que estaba pescando de forma ilegal. Esta, les utiliza como moneda de cambio para sobornar a uno de los policías-marioneta, quien, a su vez, hace lo propio con un superior. Las críticas a los estamentos de nuestra sociedad son una constante en la obra de Fred. También podríamos estar ante una referencia alegórica a la Dictadura de los Coroneles que aconteció en Grecia entre 1967 y 1974, no olvidemos la conexión de Fred, hijo de griegos, con el país heleno.


Llegada a la ciudad de las marionetas - "La isla de los sargentos" (Fred, 1975)

 Los policías los consideran figuritas de adorno y se los reparten como vulgares estatuíllas, separando de nuevo a los protagonistas. Philémon termina como objeto decorativo sobre la chimenea de uno de los policías, junto a un reloj de arena, con la condena de tener que darle vueltas eternamente. Afortunadamente, otra figura le ayuda a escapar de ese yugo eterno (con otra velada crítica al conformismo de nuestra sociedad) y consigue escapar de la chimenea y llegar hasta el dormitorio de la marioneta-policía, que resulta ser, en realidad una enorme mano desnuda disfrazada, más conocida como Manu-Manu (un Manu-Manu militar en este caso).


La marioneta resulta ser un Manu-Manu militar - "La isla de los sargentos" (Fred, 1975)

   El Manu-Manu se despierta y da la voz de alarma, pero nuestros amigos logran escapar hasta las afueras de la ciudad, donde se cruzan con otro Manu-Manu, más pacífico, que al que persigue un cazador furtivo. Philémon le ayuda a liberarse y le cura la herida infligida por el cazador. Como muestra de agradecimiento, el Manu-Manu les ayuda, junto a otros miembros de su clan, a construir una barca con la que podrán echarse a la mar y, finalmente, regresar a la campiña, aunque no pueden evitar que el Manu-Manu les acompañe hasta allí, momento en el que termina el álbum.

  La trama continúa en el siguiente álbum, el octavo de la serie, que llevó por título "La hora de la segunda "T"" (À l'heure du second "T", 1975). Nuestros amigos esconden al Manu-Manu en casa de tío Félicien, que intenta devolverlo a su isla. Pero unos soldados de la propia isla consiguen llegar hasta la campiña a través del pozo de la casa de Philémon y se presentan en casa de Félicien para llevarse al Manu-Manu, junto al propio Félicien, responsable de la conexión entre ambos mundos que tantas interferencias indeseadas había generado. Policía, Manu-Manu y Félicien desaparecen tras una enorme explosión, así que Barthélémy y Philémon, fisgan entre los papeles de Félicien para intentar encontrar alguna fórmula que les permita reunirse con él. En esa dificil tarea, la pareja termina inmersa en las profundidades de un mar números, de latitudes, longitudes...

  Caminando por dicho fondo marino, se cruzan con un viajante de comercio, un representante que vende "reglas de cálculo" para hacer reír a politécnicos sobre ruedas. Este les ayuda a salir del mar de cifras en el que se encuentran y salir a la superficie de la isla (que resulta ser la segunda "T" de Atlántico). Allí se topan con un politécnico, en el que desatarán una hilarante risa al jugar con la regla de cálculo del representante. Estas risas hacen de reclamo para los disyuntores de la risa, encargados de que nadie pueda reír en dicho lugar. Y así, Philémon y Barthélémy serán conducidos al tribunal de la tristeza suprema, donde serán juzgados por semejante osadía.


El encuentro con el viajante de comercio y con el politécnico
"La hora de la segunda "T"" (Fred, 1975) - Plancha original

  En su camino al tribunal, el grupo se cruza con Félicien, montado a lomos del Manu-Manu, errando por las tierras de la isla tras escapar de los soldados que los capturaron en casa de Félicien. Sin embargo, la comunicación con estos será del todo imposible, al estar atrapados los primeros en una suerte de pasadizo de cristal. Por su parte, Félicien se cruza con las arañas tricotosas, con cuya máquina, una descomunal máquina de tricotar, y con ayuda del Manu-Manu, consigue regresar de nuevo a su hogar, reencontrándose con el siempre incrédulo Héctor. Desde casa, Félicien sigue de cerca los avatares de Philémon y Barthélémy a través de su bola de cristal, que romperá en mil pedazos sin dudarlo para liberar a sus amigos de la jaula de cristal por la que vagaban. Una vez liberados, y tras cruzarse con los levantadores de la noche, un grupo de trabajadores que se encargan de activar el amanecer en la isla, Philémon y Barthélémy llegan hasta un desfiladero desde el que pueden ver, al otro del mismo, al Manu-Manu, que decide saltar para reencontrarse con ellos. La enorme mano alcanza el borde del precipicio en el lado de sus amigos, y en su intento de aferrarse al acantilado, lo desgarra como si estuviera revestido de un envoltorio, dejando a la vista el interior de la montaña, que resulta ser una especie de templo griego que alberga un enorme teatro en su interior.


La cueva de la risa fácil - "La hora de la segunda "T"" (Fred, 1975)


  Se trata, en realidad, de la cueva de la risa fácil, donde se reencuentran con el viajante de comercio que les vendió la regla de cálculo al comienzo de la aventura. Este les explica que la cueva es el único lugar que les queda donde pueden reír a placer sin ser castigados. Encontramos aquí otra crítica mordaz de Fred a las dictaduras y a las imposiciones, otro canto más a la libertad. La cueva de la risa fácil es el último reducto social para reír a gusto. Pero la cueva es localizada por un grupo de disyuntores, lo que obliga el  viajero de comercio a concentrarse profundamente, generando una espesa niebla de cifras que los confunde totalmente. Esa niebla de números servirá para que Philémon y a Barthélémy puedan regresar a casa de Félicien. El reencuentro con este y con Héctor, marcan el final de la aventura. Las influencias a la película de animación Yellow Submarine parecen evidentes, una vez más, especialmente al ver algunos de los personajes que pueblan la cueva de la risa fácil o incluso al Manu-Manu (que recuerda al guante volador del film).



La cueva de la risa fácil - "La hora de la segunda "T"" (Fred, 1975)


Algunos personajes de la película de animación Yellow Submarine (1968)
El parecido con
algunos personajes y con el estilo de Fred parece notable

 

  El noveno álbum es "El arca de la "A"", publicado en 1976. La aventura se abre con Félicien explicando a Barthélémy que jamás podrá regresar a la isla de la "A", sin embargo, al desatarse una tormenta, Barthélémy y Philémon saltan a un tonel que hay a la puerta de casa de este último. El barril resulta ser otra puerta dimensional que les lleva a una torre de vigilancia, en lo alto del palo mayor de un barco, en mitad del océano. Barthélémy es arrastrado por una enorme ola, y Philémon consigue aferrarse a una maroma. El barco resulta ser una suerte de arca de Noé. En su encuentro con unas morsas, le explican que lloverá durante cuarenta y días y cuarenta noches, y una pareja de buitres le explican que están a bordo del arca de la "A". En el barco, Philémon se reencuentra con Viernes, con el Manu-Manu, y con un unicornio que pronuncia mensajes clave sobre su devenir. ¿Quien sabe si se trata del mismo unicornio del que le habló Barthélémy?.

Philémon junto a la Trombomba - Portada "El arca de la "A"" (Fred, 1976)


  El caso es que el unicornio les pone tras la pista de un barril, que resulta ser el del puesto de vigilancia del palo mayor del arca. Las criaturas del arca ayudarán a Philémon en su intento de vaciar el océano entero a través de dicho barril, algo del todo imposible, obviamente, por lo que terminan recurriendo a una trombomba, una criatura con dos trompas y dos cabezas que les ayudará a reducir el nivel del mar, lo que hará salir el arcoiris. Los tripulantes del arca podrán abandonar por fin el barco, y Philémon y el Manu-Manu caminarán sobre el arco iris, cruzándose en un paseo con un hombre anciano y fumador, un vividor, atrapado entre el verde y el azul, a quien salvan la vida. Paradójicamente, el hombre resulta ser la muerte. Philémon, a cambio, le pedirá que devuelva a la vida a Barhtélémy, aunque, siendo un hombre de un mundo diferente al suyo, poco podrá hacer por ayudarle. Philémon retoma su camino sobre el arcoiris, que le conduce de nuevo a su casa, donde se reencuentra finalmente con Barthélémy, que había regresdo con vida.
 

Philémon junto los buitres, en el arca - "El arca de la "A"" (Fred, 1976)


  El último álbum del segundo volumen integral se cierra con "El burro en el atolón" (1977), décima historia de la serie. La historia comienza con una nueva desaparición de Barthélémy, esta vez sumido en las babas de un caracol gigante, procedente del mundo de las letras, con el que se cruzó en plena campiña.
 

El encuentro entre Barthélémy y el caracol gigante - "El burro en el atolón" (Fred, 1977)

  Philémon, a lomos de Anatole, corre la misma suerte, cayendo al subsuelo, a unas cuevas que parecen un inframundo, donde Anatole es confundido con uno de los ministros del lugar. Philémon, en cambio, es visto como un secretario del ministro que se burla de él, por lo que es hecho prisionero y conducido hasta una mina junto a otros cautivos a los que llaman demagogonardos. Pero Philémon es rescatado de semajante sino por dos hombres que se desplazan volando sobre un par de jamelgocañones, unos cañones voladores sobre los que se deplazan  por los aires. Estos le conducen volando hasta lo alto de una colina, donde descubre que se encuentran en la isla de la "C". Por el cielo llegará entonces Arthur Imbu, a bordo de su barco borracho, un barco volador que funciona a base de bebidas alcohólicas (supuestamente emparentado con el barco ebrio de Rimbaud). Juntos comienzan una singladura que se ve truncada cuando al barco se le acaba el ron de la bodega, es decir, su combustible, así que el barco borracho, atraído por su cautivador aroma de alcohol, les llevará hasta una ambriagadora ciudad habitada por hombres orejudos.
 

Arthur Imbu, pilotando su barco borracho  - "El burro en el atolón" (Fred, 1977)
- Plancha original -

EL ARTÍCULO CONTINÚA EN LA PÁGINA SIGUIENTE

Comparte esta página
 
 
Ir arriba
fomulario de contacto

formulario de contacto

nombre:
e-mail:
mensaje:
Tienes que activar JavaScript para poder ver el CAPTCHA aquí!
Desarrollo y diseño: Pablo Sánchez / Contenidos: Alfredo Sánchez + Colaboradores / Visitas: 
 / v.1.6
Estadísticas
Opciones
Ocultar frases de Ibañez
Mi cuenta
Desconectar