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año 66 de la era ibañez

1962-1965 - la influencia de franquin

 
   Desde mediados de 1962 Ibáñez comienza a beber de la obra del dibujante belga André Franquin (uno de los principales valores de la escuela de Marcinelle) del que tomó prestadas numerosas viñetas e ideas (la mayoría de ellas pueden leerse en el artículo dedicado a las influencias franco-belgas en Ibáñez). Es precisamente a mediados de 1962 cuando Ibáñez necesita duplicar la producción de aventuras de los agentes tras el estreno de los personajes en la revista Tio Vivo (2ª época). Quizá la necesidad de generar tantas páginas le llevó a copiar puntualmente ideas de otros dibujantes cuando las musas le daban la espalda.


Gag 188 "Tomás el gafe" - A. Franquin
"¡Qué vecinos!" - Francisco Ibáñez (3/XII/1962)



Gag 205 "Tomás el gafe" - A. Franquin
"Los Contrabandistas (página 2)" - Francisco Ibáñez (10/XII/1962)


   A lo largo de 1963 la influencia de Franquin se hace más notable en el estilo de Ibáñez. La aventura publicada en el Tio Vivo nº 122 (que Miguel Fernández Soto mostraba en su blog "La osa mayor") es una "rara avis" que nos muestra cómo Ibáñez experimenta con el estilo del belga a lo largo de toda la aventura (Ibáñez copia hasta el personaje de negro de la aventura de Spirou y Fantasio: "Las reducciones" (1958-59)). Estudiando con lupa los detalles vemos algunos elementos que serán clave para el futuro de los personajes: las orejas, los pliegues en la chaqueta de Filemón son más detallados (de estilo franco-belga), la forma de los dedos de los personajes, las onomatopeyas, los matorrales, el coche... Son numerosos los detalles que Ibáñez plasma en esa página y que con más adelante (especialmente a partir de 1969 cuando la copia de dicho estilo venga impuesta) serán definitivos.



Tio Vivo nº 122 (1963) - Las orejas y los dedos de los personajes,
el vehículo o la chaqueta de Filemón llevan el estilo de Franquin




Tio Vivo nº 122 (1963) - El personaje se toma de una aventura de Spirou y Fantasio,
el árbol o el vehículo no tienen el estilo habitual de Ibáñez sino el franco-belga.

 

   Pero al margen de las influencias de Franquin advertimos otros cambios interesantes entre 1962 y 1964: sólo una semana después de dicho estreno en Tio Vivo, en el nº 65 (publicado el 4 de junio de 1962), Ibáñez comienza a dibujar la americana de Filemón por primera vez completamente desabrochada o abierta. Este cambio se irá alternando contínuamente hasta enero de 1963 (Tio Vivos nº 99/101), momento en que Ibáñez decide dibujar al personaje con la chaqueta desabrochada de manera prácticamente definitiva (salvo en casos puntuales). El tamaño de la cabeza de Filemón también se irá reduciendo progresivamente así como el de su nariz hasta alcanzar su tamaño definitivo hacia finales de 1963 y principios de 1964. Las extremidades de ambos personajes también merman (especialmente los pies). El dibujo de los personajes se va volviendo poco a poco más fluído y las figuras un poco menos ovaladas.



Pulgarcito 1622 y Tio Vivo nº 71 - Ibáñez abre la americana de Filemón.
Los zapatos parecen más pequeños y llevan un adorno

 
   Y al hilo de la chaqueta roja de Filemón deberíamos destacar que a lo largo de 1963 el detective comenzará a dejar de utilizar poco a poco dicha prenda. Primero lo hace de manera justificada para ayudar a Mortadelo a levantar una nevera (aventura del Tio Vivo Extra Vacaciones de 1963) y posteriormente, a partir del número 1694, de forma intermitente a lo largo de los dos años siguientes (1964 y 1965). En muchos números observamos que Filemón se pondrá dicha prenda cuando vaya a salir a la calle (como sucede en el Pulgarcito nº 1701).



Pulgarcito 1701 (1963)

  En el Tio Vivo nº 149 publicado en enero de 1964 se observa otro detalle: Ibáñez cambia en la misma aventura el aspecto de los zapatos de Filemón. Sustituye el adorno del empeine del zapato (que venía dibujando desde el Tio Vivo nº 68 (VI/1962)) por un par de líneas que, a finales de ese mismo año (Tio Vivo nº 189)  pasarán a ser una sóla. Ibáñez ya había probado ese formato mucho antes en el Tio Vivo nº 65 (1962), por lo que podría considerarse como una "involución" en el estilo de los zapatos.



Tio Vivo 149 (13/I/1964) - El adorno del empeine se reemplaza por dos rayas



Tio Vivo 189 (19/X/1964) - Las dos rayas del empeine se simplifican a una sóla


   En agosto de 1964 Ibáñez cambia el punto de su firma por un asterisco. La evolución puede observarse en los números 179, 180 y 181 de la cabecera de los personajes en Tio Vivo. Casi un año después encontraremos numerosas páginas que no llevan firma de Ibáñez (imaginamos que por olvido del autor). Sucede al menos en los Tio Vivos 227 a 231.



Tio Vivos 179, 180 y 181
Firma sin y con asterisco (VIII/1964)
 
   En noviembre de 1964, las aventuras de los personajes pasan a ocupar dos páginas en la cabecera Pulgarcito y algunos extras ocuparán cuatro páginas (en lugar de las dos habituales). Ibáñez rompe con la rutina de las aventuras detectivescas y prefiere dar mayor protagonismo a las aventuras ambientadas en situaciones cotidianas. Poco después, ya en 1965, Ibáñez evoluciona el esquema de sus aventuras de manera que en lugar de tener un único chiste final (con más o menos gracia) la aventura se estructurase con un gag o situación cómica cada dos o tres viñetas, en la línea de las películas de cine mudo de las que él era fiel admirador y a la vez buscando una forma de incrementar la satisfacción del lector.



Tio Vivo 203 (25/I/1965) - Los gags a lo largo de la aventura empiezan a ser
algo habitual en las aventuras de Ibáñez, que culminan con el "climax" del gag final
 

   Él mismo lo comentaba en cierta entrevista: "Cuando empecé a publicar el patrón de historieta cómica consistía en una serie de viñetas que conducían a la última, donde estaba el chiste. Si este chiste tenía gracia, bien estaba, y si no, te habías tragado toda la página para llegar a un final tan soso, tan tonto, tan estúpido... Yo quise darle más dinamismo, más acción a la historieta; cambié este sistema narrativo por el de poner un ‘gag’ o una situación cómica cada dos o tres viñetas, para que el lector tuviera la impresión de que, por el dinero que había pagado, le dabas más mercancía. Algo así. Ni siquiera era nada nuevo. De siempre me encantaron aquellas películas de Harold Lloyd, de Jaimito, del propio Charlot, Abbot y Costello, El Gordo y el Flaco... En aquellas películas la trama en general no tenía gran importancia. Lo que sí la tenía era lo que iba acurriendo, el minuto a minuto. Lo que yo he hecho es sencillamente aquello pasado al papel. No inventé nada. Iba a ciegas y no tenía medio de compulsar la opinión del lector, pero las cartas que llegaban a la editorial, y luego las sesiones de firmas en las ferias del libro, confirmaron que iba por el buen camino».

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