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año 66 de la era ibañez

francisco ibáñez (los humoristas, 1974)

 

Ibáñez, de perfil (Libro "Los humoristas", J. M. Vilabella Guardiola , 1974)
(Recuperada por Raúl Suay)

  Francisco Ibáñez es calvo prácticamente desde pequeñito, pero a él le importa muy poco, porque apenas tiene tiempo para mirarse al espejo. Hay profesionales en que el éxito trae consigo la riqueza material, y los triunfadores pueden dedicar la mayor parte de su tiempo a holgazanear, a retozar alegremente, a dormirse en los laureles, y otras, entre ellas la de dibujante de historietas, en que los hombres de éxito no tienen más remedio que seguir trabajando con ahínco y encadenarse voluntariamente a la mesa de dibujo durante catorce horas diarias, ya que detrás del triunfador existe todo un equipo editorial que solamente puede mover su enorme humanidad por la producción, cuanto más abundante mejor, del primer dibujante del grupo. Ibáñez es una máquina de crear ideas, un fabricante de "gags", un creador incansable de situaciones humorísticas, pero lo insólito, lo verdaderamente singular, es que la producción masiva que en otros dibujantes desemboca en la mediocridad, en él es como un estímulo que le ayuda a superarse y que, como esas grandes fábricas de lavadoras, consigue más calidad a medida que la producción aumenta.

  Francisco Ibáñez es el dibujante de historietas más importante que ha dado España desde las Cruzadas -referencia inevitable en el humor nacional- hasta nuestros días, y posiblemente el que aportó al género una serie de elementos que la independizó de la tutela que, a pesar del tiempo y la distancia, detentó Walt Disney durante muchos años, en el humor gráfico juvenil de todo el mundo. El ratón Mickey y el pato Donald -pequeños y redondos- fueron el prototipo ideal de los personajes de las historietas infantiles, el espejo en que los creadores se miraron y que les permitió durante dos generaciones erigirse en dictadores de la moda. Lo malo que tiene convertirse en mito es que tarde o temprano hay que enfrentarse con el desmitificador, ese personaje siniestro y antipático, que destruye violentamente lo que costó tanto tiempo y trabajo edificar, y tal vez a Walt Disney le ha llegado su momento, pues en la actualidad los intelectuales "progres" le acusan de blando, sentimentaloide y fascistón. Hoy lo típicamente americano está en franca decadencia; el Watergate ha salpicado no solamente a la honra de los políticos, sino también al prestigio de los creadores, y el bueno de Walt -tiernamente capitalista, poéticamente de derechas- está siendo desmitificado con rigor excesivo, yo diría que con crueldad y falta de justicia, y sustituido en el favor de los jóvenes americanos universitarios, por los dibujantes "underground", Crumb, Gilbert-Shelton, Ronald Lipking, etc., que aportan una nueva filosofía donde el optimismo de antaño, la dulzura, el triunfalismo, son sustituidos por un humor crítico, agresivo y pesimista. Posiblemente dentro de unos años -pocos-, se analice nuevamente con un criterio realista lo que aportó al humor, y al arte en general, ese estupendo creador -de personajes y de negocios- que fue Walt Disney y con más serenidad, se le pueda situar definitivamente en el lugar que por sus virtudes y pecados, por sus méritos y defectos, le corresponde ocupar en la Historia del Arte.

  Las publicaciones más importantes, en lo que se refiere al humor infantil y juvenil, han sido eitadas en su mayor parte por Bruguera, auténtica escuela de dibujantes, vivero de creadores, donde han hecho sus mejores armas hombres com Peñarroya, Conti, Escobar, Vázquez, Segura y un etc., no demasiado largo, que durante muchos años han deleitado a los niños y de una forma oculta y vergonzante a los mayores.

  Las publicaciones de Bruguera, que atravesaron su mejor época durante los años cincuenta, empezaron a decaer hasta la aparición de Ibáñez, auténtico renovador del génro que se liberó definitivamente de los cánones instituidos por Walt Disney, y consiguió para el pequeño mundo de la historieta española un período de esplendor, poniendo al servicio de esta profesión su talento renovador,una técnica prodigiosa y un estilo nuevo, que han convertido a las publicaciones españolas en las más interesantes de Europa.

  Ibáñez, aparte de su extraordinaria facilidad para el dibujo, capta como nadie el movimiento y los segundos planos de sus viñetas son siempre una lección de dominio del oficio, lección que sus colegas han aprovechado, pues a pesar de que se trata de un hombre joven -38 años- ha influido, en mayor o menor grado, en el plantel de dibujantes de Bruguera, que poco a poco han ido evolucionando hasta conseguir el estilo que tienen actualmente.

  De todos los personajes creados por Ibáñez, los de más exito popular, los que están a punto de conseguir la categoría de mitos, dentro de lo que cabe, son Mortadelo y Filemón, en donde la incorporación de una serie de trucos nuevos, tales como el cambio de apariencia de Mortadelo y su capacidad para disfrazarse en un instante, les han convertido en los personajes de ficción preferidos por el lector habitual de estas publicaciones. Por primera vez en la historia del humor juvenil español, unos monos "made in Spain", pueden competir en popularidad con los extranjeros, algunos de los cuales son verdaderos "monstruos" del género, tales como Charlie Brown, Astérix, Tom y Jerry, Popeye, etc. Mortadelo y Filemón han saltado desde las viñetas de las revistas infantiles hasta el mundo del cine, la publicidad, la industria textil, etc., e incluso se han atrevido a atravesar nuestras fronteras, no como modestos emigrantes, sino como estrellas del "cómic", para unirse a esos españoles faranduleros -la Lola, el Peret, el Escobar- y dedicarse ellos también a españolear por esos mundos de Dios.

  A Ibáñez, desde el punto de vista profesional, le importa muy poco que la apertura llegue o se quede donde está, porque él permanece encaramado en el taburete de su mesa de dibujo y de sus manos mágicas van saliendo todos los días nuevas aventuras de sus personajes y los ingredientes que precisa para crearlos son simples, eternos y lícitos. Su mundo es el de los niños y el de los jóvenes sin politizar, aunque en realidad él es consciente de que los adultos no han podido resistir la tentación y con la disculpa del relax, el prevenir el infarto y el evadirse de las preocupaciones diarias, han empezado a consumir masivamente estas publicaciones que antaño llamábamos infantiles, y que han conseguido en los últimos años auténtica categoría editorial.

  Creemos que de toda la obra de Ibáñez, lo único dirigido a los adultos de una forma clara, es la visión de España que ha tenido la gentileza de realizar para esta serie y que, como ustedes podrán constatar, se trata de un dibujo que se aparta totalmente de su producción habitual, y en el que por primera y acaso por última vez, adopta una actitud crítica.
 

  Francisco Ibáñez sería sin duda un extraordinario humorista para mayores, aunque nosotros nos alegramos de que no tenga el propósito de intentarlo, ya que la atmósfera viciada que se respira en el humor gráfico actual, donde el rencor, la violencia y el pesimismo son el reflejo de la vida nacional, pondrían en peligro la integridad de Mortadelo y Filemón, que como dos pececillos fuera del agua, morirían, tal vez, en su primera salida al exterior.

  De la misma manera que el hombre civilizado intenta conservar los espacios abiertos y las especies que están a punto de extinguirse, para que las futuras generaciones sepan cómo era el mundo antes de industrializarse, sería conveniente conservar a hombres que como Ibáñez, tuviesen el alma sin polucionar y el cerebro incontaminado, para que ese extraño humor que destila su talento, y que entre otras cosas importantes nos ayuda a hacer mejor las digestiones, no desaparezca definitivamente como esos animalitos que no supieron sobrevivir o esas pobres flores que murieron asesinadas, sabe Dios por qué, en la guerra que el progreso le ha declarado a la naturaleza.


- Ibáñez, ¿qué es el dibujo de humor?

- Un estilo en el que se hallan mezclados variados ingredientes: ingenio, comicidad, tinta china, jovialidad, agudeza, dinamismo, horas de sueño, lumbago... ¡Esto de trabajar veintiséis horas diarias...!

- ¿Qué papel desempeña el dibujante de humor en la España actual, en el panorama artístico, político y social?

- En el aspecto artístico, aunque tratamos de hacerlo lo mejor posible y superarnos constantemente, es indudable que interesa más la chispa, el "gag", el fondo, que la forma. Que no aspiro a cubrir las paredes del Prado, vamos. En el político, me tiene sin cuidado, no es mi especialidad. En el social, parece que empezamos a ser tenidos en cuenta. ¡Milagro! (Me refiero al dibujante de historietas cómicas, que es el terreno de un servidor de ustedes para lo que gusten mandar. De nada.) Sólo por los instantes de "relax" que proporciona una buena historieta, no digo que nos hagamos acreedores a un monumento, pero sí por lo menos a que se vaya olvidando aquello de "Sí; pinta historietas... -¿Qué?- ¡His-to-rie-tas!- ¡Ah; pobre hombre...!".

- En España, ¿es necesario ser de derechas para publicar y de izquierdas para tener éxito?

- Más bien creo que es necesario hacerlo bien para publicar, y mejor para tener éxito. En mi campo, por lo menos, lo veo así. Aunque quién sabe...

- La existencia de la censura previa hasta 1966, ¿influyó decisivamente en su obra?

- Pues ahora que lo dicen, me entero de que existía esa censura. Siempre he sido un niño bueno, ¡palabra! Y claro, a los niños buenos no se les riñe. Yo he procurado que mis historietas, en cualquier época, contengan un humor sanote y creo tener facultades suficientes para hallar continuamente temas dentro de esa línea. Es decir, que todavía no he tenido que echar mano, ante la monotonía de una serie, del socorrido: "¡Ah; si a mí me dejaran...!".

- ¿Puede dejarnos un dibujo suyo prohibido por la censura de 1966 y que actualmente pueda publicarse?

- No, claro. ¡Qué le vamos a hacer!

- ¿Quiénes son sus dibujantes de humor preferidos? ¿Quiénes son los que han influido en usted?

- Todos aquellos que han llegado a ser conocidos, puesto que todos han aportado algo a la profesión. Influyó en mí la gracia y la agilidad de Vázquez, a mi juicio uno de los mejores historietistas de que hemos disfrutado y, naturalmente, la técnica y el bien hacer de Peñarroya, Escobar, Cifré, Nadal, Conti y tantos y tantos otros...

- ¿Ha aportado usted algo al humor gráfico español?

- Pues no lo sé. Si existe un mal juez para mi trabajo, soy yo mismo. Que lo digan los demás; yo paso.

- ¿Cuánto cobra usted por un dibujo?

- Justo la mitad que por dos.

- ¿Ha sido usted sancionado alguna vez por la publicación de un dibujo de humor?

- ¡Nooo! Por favor, yo no puedo permitirme esos lujos. Ni siquiera pensando en la parte publicitaria de la cosa, que también tiene su importancia, ¿no? Además, insisto en lo dicho en el punto cuatro, diez centímetros más arriba.

- ¿Qué tipo de chistes le gustaría publicar en 1980?

- Aquellos que en 1980 gusten al público. No, no; ni servil ni esclavo de la masa, ni porras. Realista, sólo realista.

- El humor gráfico español, ¿tiene actualmente alguna característica específica que lo distinga del que se realiza en el resto de Europa?

- Pues sí; que está escrito en castellano. Hay quien dice que lo de fuera es más soso. Quizá. Yo he visto cosas buenas. Y aquí las he visto sosillas. Algunas series mías se han publicado en otros paises europeos y no me han procurado el Nobel pero han tenido aceptación. Y viceversa.

- ¿Por qué es usted dibujante de humor: por vocación, por dinero o por casualidad?

- Porque nunca se me dio bien lo del balón. Por vocación y por vacación. Era en esa época cuando practicaba más intensamente. Una época que ¡ay! quedó olvidada hace muchos, muchos años.

- Si le dejasen a usted decir todo lo que está deseando decir, ¿qué diría?

- ¡Que podrían pagarme mejor! Pero... ¿para qué? No es que me impidan decirlo, pero, ¡para el caso que me van a hacer...!

- ¿Qué ha supuesto Mortadelo y Filemón en el humor gráfico español?

- Puesto que han tenido bastante éxito, modestias tontas aparte, es de suponer que algo han supuesto. Quizás algo de renovación, aunque no haya nada nuevo bajo el sol, quizás un concepto algo distinto de la historieta, quizá que esos personajes "cayeron" simpáticos... Sea lo que sea, que dure muchos años. Y usted que lo vea.

- La obra de Ibáñez, ¿va dedicada exclusivamente al lector juvenil?

- ¡Oh; no, no, qué va! Si así fuera, probablemente tendría que hacer horas extras archivando impagados en cualquier oficina. Creo que mi historieta, aparte de no tener fronteras, no tiene tampoco edad. Es infantiljuveniladultosenil. Me consta, aunque algunos puedan decir lo contrario e incluso escandalizarse. "¡Qué vergüenza; a tu edad, leyendo esas tonterías!". ¡Qué pena, haber perdido el espíritu de leer esas "tonterías"...!

- ¿Cuándo tomará Ibáñez la alternativa como humorista exclusivamente para adultos?

- ¿Y por qué no al contrario? ¿Por qué no toma esa alternativa el humorista para adultos y trata de dirigirse a los más jóvenes? Créame; si hay algo difícil en este mundo, es realizar historietas para los niños. Y que, además, les gusten. La pregunta parece decir "¿Cuándo realizará Ibáñez algo de verdadero interés?" Y si por "algo de interés" se entiende el dirigirse exclusivamente a ese público adulto, me temo que Ibáñez jamás tomará esa alternativa. Y se quedará satisfechísimo. Existen cirujanos renombradísimos, pero... ¡qué imprescindible resulta el dentista, después de no pegar ojo durante dos noches, agarrándose la mandíbula!

- ¿Es Ibáñez el renovador del género?

- Como decía anteriormente, quizás exista algo de renovación en mi historia, pero la verdadera renovación es lenta, de equipo y de años. Se puede marcar una ligera pauta (y no digo que yo lo haya hecho), pero será el trabajo de unos y otros y los gustos y preferencias del lector de historietas, los que en realidad irán encauzando las mutaciones que se han producido y lógicamente seguirán produciéndose.

- En confianza, ¿se considera usted un genio?

- En confianza: ¡No! (Bueno... en el fondo... un poquillo... ¡Je, je!)
 


 

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