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año 66 de la era ibañez

francisco ibáñez (vi/2013) - previalia magazine

Entrevista a Francisco Ibáñez (Previalia Magazine) - En una casa hay miles de historias"



Tiene 77 años y aún sigue trabajando. ¿Hasta cuándo le queda cuerda?

La cuerda la acabé hace tiempo. Yo digo en la editorial: “Oye que estoy cansado ya, que me quiero jubilar” y no me dejan (risas). Bueno ahora en serio, si se hace el trabajo a gusto, no es lo mismo que cualquier otra profesión. Aquí es el público, el lector, el que te jubila, y conmigo no lo han hecho todavía, así que vamos a seguir…

¿Cuántas horas trabaja al día?

Todas. A veces lo digo en broma, pero casi es cierto. Es aquello que al llegar la hora 24 pongo la hora canaria para tener una hora más de trabajo.

Y cuando no dibuja, también está dando vueltas a la cabeza, buscando historias...

Claro. Esto de la historieta tiene dos fases. Una es la parte simplemente gráfica, que es a lo que estás acostumbrado a hacer toda la vida, casi con el tornillo. Pero luego, está la otra, la difícil, en la que tienes que pensar: “¿Qué pongo? ¿Qué nuevos gags hago esta semana?”. Un guioncito puede llevarte 10 minutos o 6 horas.

Cada vez se habla más del retraso obligado de la edad de jubilación. ¿Qué opinión tiene usted al respecto?

Es una verdadera desgracia, a pesar de que sea algo que yo haga, pero yo me considero un caso aparte. Precisamente sobre eso hice un álbum, ya que me gusta tocar los temas de actualidad, para que el público no se aburra y piense que estoy en la era cuaternaria. Se llamaba de forma irónica “Jubilación a los 90”, pero a este paso, veo que vamos a llegar a eso. Si todo el mundo pudiera hacer lo que más le gusta, nadie hablaría de eso, pero la inmensa mayoría trabaja en cosas que no son de su agrado y lo tiene que hacer por obligación. Es algo que no debería ocurrir nunca.

¿Es consciente de la influencia que ha tenido en tantas generaciones?

No te puedo decir cuántas generaciones habrán pasado, pero fíjate, cuando yo empezaba con esto e iba a firmar ejemplares a lo largo y ancho del país, el público era eminentemente infantil. Pero luego ha ido cambiando, se ha ido haciendo más adulto y ahora tengo seguidores de todas las edades; desde el chiquillo que está empezando a leer, para lo cual Mortadelo le va la mar de bien para perder el pánico a esos bichitos negros que se llaman letras, hasta el adulto. Y no me refiero a los de 40, sino también a los de 70, 80 o los 90 años. Hay gente que me dice que me ha seguido toda la vida y que todavía lo sigue haciendo, lo que es una verdadera satisfacción. Cuando alguien me dice: “Oye, tú tendrás muchos premios, ¿no?”. Pues yo contesto: “Mira, no, oficial no tengo ninguno, ni puñetera falta que me hace”, bueno alguno ya ha caído (risas) pero no tiene importancia, “Pero, ahora, de los otros tengo miles”. Cada vez que voy a firmar por ahí y veo esa cola que me asusto y me dan ganas de dar media vuelta y empezar a correr. Cien, doscientas personas, una hora antes ya con su álbum debajo del brazo. Ese es el premio de verdad y lo demás son tonterías.

¿Se ha sentido con la responsabilidad de inculcar algo a toda esa gente?

Sobre todo busco entretener. Trasladar situaciones cómicas, que tengan gracia y que el lector pase un rato divertido, que buena falta le hace hoy día. No busco que se retuerza por ahí riendo como un loco; con que ría de ombligo para adentro ya tengo suficiente. Recuerdo que el antiguo director del primer gigante editorial en el que estuve decía que injustamente en épocas de crisis era cuando más ejemplares vendíamos. La gente necesita pasar un buen rato en los malos momentos.

¿Puede recordar para los asegurados de Previsora Bilbaína cuál fue el primer dibujo que hizo?

Uyyy… De esto hace muchos muchos años. Era allá por la Edad de Piedra. Yo tenía 5 o 6 añitos, en plena postguerra, cuando no había nada de nada. Por no haber no había ni papel. A mí me gustaba ya coger el lápiz y hacer dibujitos. Y un día, a falta de papel, cogí una esquinita de un periódico que compraba mi padre e hice un ratoncito. A mi padre le hizo mucha gracia. Lo recortó, se lo guardó … y al cabo de un montón de años, cuando falleció, aún llevaba en la cartera ese dibujito. Es algo que recuerdo con gran cariño.

Comenzó trabajando en un banco. ¿A qué se dedicaba?

Sin faltar a la verdad, puedo decir que estuve en un banco, lo de trabajar era otra historia (risas). Allí tenía aquellas farragosas hojas del debe y el haber, el saldo, la tinta roja, la tinta azul, los números… y debajo de todas esas enormes hojas, yo escondía la mía, la de los dibujitos y las historietas. Y desde aquella fecha tengo un hombro más bajito que el otro, porque cada dos por tres me daban un golpecito por detrás y me decían, “¡Ibáñez! ¡Otra vez!”. Me giraba y era el Apoderado. La verdad es que fue una gloria el día que yo marché de allí. Detrás de mí oí un ‘¡pum!’ y era una botella de champán diciendo “por fin se va el tío este”, y yo también pensando “por fin me largo de aquí”, así que al final todos contentos.

¿Qué personaje de nuestra actualidad le gustaría caricaturizar?

Dentro de mis personajes ya hago salir muchas veces a gente que está en auge en estos momentos. Más que nada para que el lector vea que saco cosas fresquitas que se están viendo en televisión, no para hacer crítica social. Para eso están ya los chisteros de los periódicos y revistas, que además, lo hacen la mar de bien. Y además creo que todos esos personajes en la vida real nos hacen una competencia desleal, porque llega un momento en que nos hacen reir a todos. Es una competencia difícil de superar (risas).

¿Nunca le han dado un toque de atención por caricaturizar a un personaje público?

Que va. Todo lo contrario. Ha habido dirigentes como Felipe González, que incluso decía que una de sus lecturas preferidas era Mortadelo y Filemón. Cuenta que llegó una festividad y su mujer dudaba entre regalarle el último número de Mortadelo o una serie especial para coleccionistas. También sé de otros dirigentes a los que les gustaba salir. Incluso el propio Rey y la Reina me han felicitado por lo que hacía.

Un secreto para nuestros asegurados, ¿de donde ha sacado la inspiración para tantos miles de asegurados?

Esa misma pregunta me la hago yo cuando te hablan de las Musas que vienen aquí a soplarte a la oreja… pues a mí nunca me ha venido ninguna. Estoy seguro que con los tiempos que corren me hubieran cobrado royalties por los servicios (risas). Aquí no queda otra que poner los codos sobre la mesa, apretar la cabeza y si no, apretar con las manos los tomos de la Enciclopedia Universal hasta que brotan ideas. Y hasta el momento han ido brotando. Yo siempre digo que si un día me paso 40 horas seguidas con la página en blanco sin que se me ocurra nada, cogeré los papeles y los lápices, con unas cerillas debajo y a freir puñetas todo. Pero eso no ha llegado todavía, así que esperemos que tarde.

¿Cómo afectó el tema del franquismo en sus historias?

Conmigo no hubo demasiada, porque conociendo el paño, ya trabajaba con un ojo pegado en el papel y el otro en la oficina de censura. Pero aun y todo, pasaron cosas. Por ejemplo, en una de las páginas de la serie 13 Rue del Percebe había una viñeta con una especie de Dr. Frankenstein que fabricaba sus monstruitos. Hasta que un día vino una página devuelta con lápiz rojo. Nosotros creíamos que había sido un error. Y cuando preguntamos por qué la habían tachado, llegó una carta diciendo que aquello no podía ser porque aquel señor fabricaba seres humanos y el único que puede fabricar seres humanos es el Sumo Hacedor. Como ese hubo más de un caso.

¿Con cuál de sus personajes se identifica más?

Mortadelo es muy querido por mí porque se ha publicado en toda Europa con gran éxito. Pero mi ojito derecho es un personaje chiquitaco que se llama Rompetechos y que es el más parecido al autor (risas). Le quitas las gafas y es igual. Tienes que llevarle a casa de la mano. Además así como todos mis personajes son por parejas e incluso por tríos, este era uno solo y cundía mucho. Te ponías a hacerlo y te ventilabas toda la página. Es un poco mi Alter Ego. Aquello que dicen que el autor acaba pareciéndose al personaje, en este caso ha ocurrido.

¿Con Pepe Gotera y Otilio, nunca vino ningún fontanero a decirle que había estigmatizado el gremio?

¡Que va! Siempre me han tratado muy bien. Creé esos dos personajes por tocar un tema de actualidad. Resulta que yo tengo una casita de campo y un día vino un fontanero a ponerme unas tuberías nuevas. Cuando probó y puso en marcha aquello, parecía las fuentes de Montjuic, con todo el agua que salía. Quise recordar esa experiencia.

Cuando hay que hacer un arreglo en casa, ¿es como ellos o es un manitas?

La verdad es que siempre he sido bastante aficionado al bricolaje, pero ha habido veces que he tenido que dejarlo correr. Por ejemplo aquella silla que arreglas y se queda coja para toda la vida o el grifo que tenías que acabar diciendo “¡agua va!”. Pero la verdad es que siempre me ha gustado hacerlo. Lo que pasa es que no he tenido tiempo.

También es el creador de 13 Rúe del Percebe. ¿Por qué decidió crear una serie a la vida cotidiana en la casa?

Quería cambiar el cliché. Dejar de hacer la típica viñeta una detrás de otra para ofrecer una historia global, de un espacio en el que hay miles de historias a la vez, como es en unos pisos. Lo cierto es que 13 Rue del Percebe gustaba muchísimo a la gente, pero daba un trabajo espantoso, no tanto en la parte gráfica como a la hora de pensarlo. Así como a cualquier otro personaje lo situabas en la calle o donde conviniera por el guion, aquí tenía que estar siempre cada uno en su pisito. Y los 20 o 50 primeros números, bien, pero cuando llegabas al 80 o 100 llegaba el momento de “qué hago yo ahora, cómo les pongo aquí”. Qué hacemos con el ascensor, por ejemplo, que siempre le ocurría algo, o al de la alcantarilla, el gato o el ratón arriba… Pero a la gente le gustaba así que no quedaba otra que apretarse el cinturón de las neuronas y que surgiera la idea.

¿Usted cree que esa comunidad tendría un buen seguro del hogar?

Seguro que sí. Les hacía falta un seguro muy bueno para arreglar todas las historias que pasaban ahí dentro.

Todos identificamos algún vecino con los que aparecen en ese cómic. ¿Usted también se inspiró en alguno?

Te aseguro que no, pero a raíz de este comic, en una ocasión se me acercó un vecino de la escalera bastante mosqueado y me dijo: “Oye, el tío que aparece aquí en esta página tuya, ¿no tendrá una relación conmigo, no?”. Yo le dije: “No hombre, tranquilo”. No sé si se fue muy convencido...

¿Percibe que las nuevas tecnologías están afectando a la supervivencia del cómic entre los más jóvenes?

Claro, algo sí. Los críos sobre todo antes eran más aficionados a los comics. Ya no. Ahora se decantan por las pantallitas y todas esas cosas digitales. Pero también lo encuentro lógico, porque al fin y al cabo huyen de esos bichitos que decíamos eran las letras. Pero luego esos niños encuentran también la gracia en esos álbumes de Mortadelo recomendados por su padre o su abuelo y algunos hasta se acostumbran y continúan con él.

¿Y usted ha dado el paso a las nuevas tecnologías?

Yo estoy aún en la roca y el martillo. El día que un ordenador sea capaz de pensar y de crear su propia historieta, soy el primero que irá a hacer cola. Pero ese ordenador no ha salido todavía, así que continuaremos aquí como hace 70 años. La mano, el lápiz, la goma y arreando.

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