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año 66 de la era ibañez

conclusiones y reflexiones


   A la vista de lo ya comentado a lo largo de todo el artículo se hace casi obligado finalizarlo con una crítica a la obra de Ibáñez. Intentaremos abordarla poniendo en una balanza las virtudes del dibujante frente a sus principales carencias. De entre todas las disciplinas con las que trabaja Ibáñez destacan por encima de todas la expresividad y el dinamismo que éste imprime a sus personajes así como la capacidad para condensar tantos y tantos gags en cada historieta. La primera de ellas, el dominio de la comunicación no verbal de los personajes, es indiscutible y tiene más mérito si cabe teniendo en cuenta que el dibujante no utiliza un dibujo realista o de gran complejidad para transmitir cualquier expresión.

 

"¡Dibújalos tú solito!" (2007)

   Respecto al dinamismo, Ibáñez lo remarca utilizando contínuamente líneas cinéticas y posturas extremas que potencian los gags de cada viñeta. Muchos de estos gags están claramente influídos por las comedias mudas de las que el dibujante se confiesa admirador. Se trata de un humor bastante visual y universal, sin segundas lecturas o moralejas.

 

"Valor... ¡y al toro" (1970)

   En un segundo plano quedan otras virtudes como su constancia en el trabajo, que nos deja un legado de miles de historietas hasta la fecha, o su talento como caricaturista. Dentro de sus limitaciones, el dibujante no sólo ha sabido retratar a decenas de personajes famosos en sus aventuras sino que ha conseguido adaptarlos a ellas como nuevos personajes con personalidad propia que las enriquecen.

"Silencio, ¡se rueda!" (1995)
- Leslie Wilkes y Clark Gable -
 
  ¿Hay algo entonces que se le pueda reprochar a Ibáñez? Varias cosas. Quizá la más destacable sea la de haberse conformado con encontrar una fórmula de éxito que funciona sin intentar ofrecer al lector habitual algo nuevo. Sus guiones utilizan un formato o esquema que se repite de unas aventuras a otras. Ibáñez no experimenta ni va más allá de esa fórmula "eficiente y productiva" y esto, después de tantos años, le hace caer en la repetición de tópicos que pierden parte de su gracia precisamente por su reiteración. Tampoco experimenta Ibáñez con otras disciplinas: los planos, las perspectivas, la iluminación... al sentirse cómodo con el estilo que tanto tiempo le llevó adoptar.

   Y en esa búsqueda de su propio estilo cabría destacar que el dibujante también se tomó demasiadas licencias copiando literalmente viñetas e ideas del dibujante francobelga André Franquin. Muchas veces por imposición editorial, pero otras muchas por la falta de ideas ante la necesidad de producir historietas a un ritmo endiablado.


"Contra el 'Gang' del Chicharrón" - Francisco Ibáñez (1969)
Gag nº 540 - A. Franquin (5/XII/1968)

 
   Respecto al color y la rotulación, no puede achacarse al dibujante ninguna crítica (ni positiva, ni negativa) ya que nunca tuvo ese cometido a lo largo de su dilatada carrera.

   Volviendo al éxito del dibujante con "Mortadelo y Filemón" cabría preguntarse si parte de ese éxito tiene que ver con su personalidad. Los agentes, una suerte de "antihéroes", contrastan con la mayoría de los personajes del mundo del cómic (Tintín, Astérix, Superman...)  pero no están sólos. Otros personajes no menos conocidos como Iznogud o Groo presentan el mismo denominador común: casi todo les sale siempre mal. Este rasgo podría producir en el lector un sentimiento de empatía, cercanía o incluso identificación ante la incertidumbre del desarrollo de sus aventuras, haciéndolas más entretenidas.


Historieta sin título - Gran Pulgarcito nº 37 (6-X-1969)
 
   Con todo lo bueno y lo malo, Ibáñez se ha hecho un hueco en el corazón de generaciones de lectores de cómics de nuestro país (y de otros muchos lugares del mundo) a base de hacernos reir con su inconfundible humor. Esperemos que pueda seguir haciéndolo durante mucho tiempo y que, llegado el momento del relevo, aquellos que le sucedan sepan saborear las mismas mieles de éxito que las que disfrutó Ibáñez durante casi toda su vida como dibujante.
 

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