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año 66 de la era ibañez

francisco ibáñez (2011 - qué leer)

Desde su aparición, en 1958, Mortadelo y Filemón llevan cinco décadas en la brecha del humor y siguen: acaba de salir su último y radioactivo álbum "Chernobil... ¡Qué cuchitril!" (Ediciones B). ¿A cuántos millones de personas ha hecho reír y sonreír Francisco Ibáñez? ¿A cuántos cientos miles de niños les ha mostrado el camino de la lectura con sus historietas? Pocas personas han hecho tanto a cambio de tan poco: dos premios institucionales en cincuenta años y un salario para ir tirando a cambio de echar más horas que el reloj de la Puerta del Sol. Aunque, por otro lado, ha obtenido el mejor premio de una vida: seguir disfrutando con lo que hace, más de medio siglo después.

texto ANTONIO G. ITURBE foto MARIO KRMPOTIC'
 


Es el creador de algunos de los personajes más famosos de la segunda mitad del siglo XX en España: Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio, El Botones Sacarino, 13 Rúe del Percebe... la serie de Mortadelo y Filemón se ha estado publicando prácticamente sin interrupción durante cincuenta arios. En cualquier país del mundo, un creador de esta magnitud tendría avenidas a su nombre, reconocimientos institucionales a porrillo y viviría en una gran mansión con piscina, tres agentes y un publicista a sus órdenes. Por eso, cuando decidimos que el 75 cumpleaños es una fecha digna de rendirle entrevista y homenaje a este genio de la historieta, empezamos a buscar su dirección en el listín telefónico de Malibú, pero no damos con él. Tampoco en el de Miami, en el de Mónaco o en el de Saint Tropez. En cambio, nos llaman desde las oficinas de Ediciones B (heredera del desaparecido emporio Bruguera) para decirnos que han visto caminando apresuradamente entre las mesas a un señor calvorota, con un traje impecable pero tirando a anticuado, sin corbata, que lleva bajo el brazo una carpeta de cartón con dos gomas, de donde sobresalen las láminas de los originales de unas historietas, listas para entregar. No hay duda, es Francisco Ibáñez, currando como siempre. No se ha movido de su barrio de toda la vida, no ha cambiado desde hace mucho sus gafas metálicas doradas, y a sus 75 años sigue trabajando en su mesa bajo el flexo. Es un hombre con prisa: hay muchas historietas por hacer, muchos pedidos del editor por entregar, pero conseguimos sentarlo en una de las salas de visita de la editorial y nos atiende con extrema amabilidad, sin perder la sonrisa ni dejar de entrecerrar los ojillos con picardía, pero con una cierta resignación, convencido de que él no tiene nada que decir y entrevistarlo es perder el tiempo. Con la de gente que escribe un librito en cuatro ratos y exige que el mundo se detenga y todos los medios les dediquen páginas enteras, Ibáñez, tras más de cincuenta años, cree que no tiene nada importante que contar. Eso sí, al hablar con Ibáñez uno debe haberse duchado de pequeño con el sulfato atómico o haberse tomado algún mejunje del profesor Bacterio para seguirle el ritmo, porque habla igual que sus personajes, a una endiablada velocidad de metralleta, salpicada la conversación con algún "Zaaaaaas" o "i Plif,pluf,plaf !". Un hombre tan afable, diáfano y transparente como sus historietas.

De la historieta a Kafka

- Su 75 cumpleaños ha causado un cierto revuelo en los medios... ¿Ya tocaba?
- A mí me parece que no hace falta tanto, si yo sólo soy un ninotaire ["fabricante de muñecos o ninots"]. Los que crecimos con sus historietas nos damos cuenta de que fueron esos tebeos los que nos abrieron por primera vez los ojos al mundo de la lectura. Los críos, si hay una cosa que no pueden tragar, son esos bichitos negros que se llaman letras. Así que leer una historieta era un escaloncito ideal: unas figuritas de unos personajes que igual les resultan amables o graciosos y van acompañados de unas cuantas letras, que no es demasiado. En mis tiempos, ya después los chavales saltaban a las lecturas de Guillermo y de ahí a Salgari, Verne, y podían llegar hasta Kafka... quien llegue: ¡Yo aún no he llegado!

- ¿Y a dónde ha llegado?
- Pues no lo sé. Hay dibujantes realistas que tienen viñetas que podrían colgarse en el Prado o el Louvre y no desmerecerían. Yo no llego a eso ni muchísimo menos. Yo nunca me he considerado un dibujante, sino un historietista. Como dibujante soy una medianía, como historietista soy más que una medianía: sé combinar los guiones, el dibujo y tal. ¿Y ha recogido en alguna parte los conocimientos que ha ido reuniendo con su experiencia de estos años? Hicieron un librito que era Dibújalos tú solito, donde mostraba cómo se hacía la historieta, pero lo hice en plan de coña, porque todos esos libros para aprender a hacer algo son de un plomo subido, insoportables. Es el único libro de ese tipo que me he atrevido a hacer, a partir de ahí nada más.

La España en blanco y negro

- Usted nació en 1936, de la mano de la Guerra Civil. ¿No tendría que haberlo marcado e incluso condenado a ser una persona triste?
- Fíjate en el país donde lo estén pasando peor de todo el planeta, con más hambre, con la más absoluta miseria... mírale la cara a los niños: ¡Están jugando y se están riendo! ¡Pim, puum, pataplaf! No juegan con juguetes electrónicos, igual juegan con un cajón que se han encontrado tirado por ahí y que utilizan de coche; han cogido una rama y la utilizan de espada. Aquel tiempo era horroroso, indudablemente, pero los niños no sabíamos nada de aquel hombre que se llamaba Franco, no nos interesaba, nosotros jugábamos. No hay razón para ser tristón y taciturno. En todo caso, al revés: ya que no hay alegría.. ¡fabriquémosla nosotros mismos!

- ¿De dónde surgió esa afición al dibujo en una familia de clase media, sin tradición artística?
- Nunca sabes, un día te pones a hacer dibujitos. Era una época de escasez, no había papel, no había nada. Una vez hice un dibujo en la esquina del periódico de mi padre. Hice un ratoncillo allí y ami padre le hizo gracia. Lo recortó y se lo guardó; lo llevó toda la vida guardado en la cartera. Dibujaba porque no se me daba bien jugar a la pelota, no tenía ni idea...

- Después de varios años de compaginar su vocación de dibujante con un empleo en el Banco Español de Crédito, entró en plantilla de la todopoderosa Bruguera. ¿Era el paraíso de la historieta que se decía antes o el penal de trabajos forzados que se cuenta ahora?
- Ni lo uno ni lo otro. Indudablemente, los tiempos eran duros. Era una pelea semanal con el director. Se hacía una cantidad de trabajo espantosa. En nuestra profesión hacer cinco o seis páginas a la semana es normal, se puede hacer. Hacer diez ya es una locura Y quince es impensable. Pues yo hacía veinte páginas. No tenía ni fines de semana ni vacaciones, nada. Y aún así, cuando llegaba, el director me recriminaba por qué no había hecho más ¡Pues porque es imposible, coño! "Pues a usted le parecerá imposible, que se lo toma un poco tranquilamente, me decía". Pero es que esto no es una cosa exacta, respondía yo. Puedes calcular el tiempo que pueden llevar los dibujos por página, pero el guión no. Hay veces que estás fresquito y te sale en cinco minutos y otras que estás espeso y llevas media hora y no te sale y tardas más. "Usted saque de donde sea los guiones, si no lo hace usted lo harán otros porque los personajes son nuestros, así que ya verá". Trabajar así era sencillamente horrendo. Hubo un momento en que Bruguera tumbó a toda la competencia, no quedaban más que ellos y podían permitirse el lujo de apretar así a la gente y no había más remedio que pasar por el tubo. Pero bueno, aquel tiempo ya se fue, pues se acabó.

- Mortadelo y Filemón... una pareja de investigadores. ¿Le vino la idea a la cabeza por algo en especial?
- A veces llegaba el director y te decía: se ha de crear un personaje al momento porque se ha quedado una página en blanco. Hay que poner algo. Y lo sacabas

- ¿Así de fácil?
- Empezar un personaje cuesta muy poco. Hay gente que te dice: "¡Uy, lo que yo he pensado, elucubrado, he hecho bocetos, rompiendo tirando, volviendo a hacer!". Nada, nada, todo eso es mentira. Cuesta minutos hacerlo. Hacer un personaje no cuesta nada, lo que cuesta es menearlo. Cuando llevas doscientas, quinientas, mil páginas... seguir encontrando tema para esos personajes, ¡ahí está lo difícil! Por eso, de salida hay que buscar un personaje que se preste a una gran cantidad de gags, que le puedas sacar jugo.

- ¿Y surgió Mortadelo y Filemón, Agencia de Información?
- Sí, porque podían hacer de detectives pero también buscar informes por ahí, hacer más cosas.

- ¿Y no era muy atrevido hacer que un personaje como Mortadelo apareciera de golpe convertido en las cosas más estrafalarias? ¿No era surrealista?
-
Originalmente, para hacerlo distinto se me ocurrió que el personajito se fuera disfrazando. Cada dos o tres viñetas se cambiaba de indumentaria sacando un traje de un bombín que llevaba. Aquello comía muchas viñetas en las que no pasaba nada mientras se quitaba y ponía. El lector lo que quiere es que ocurran cosas y pensé en que se transformara de golpe de una viñeta a otra sin más. Y adelante.
 

- Quizá la historieta donde más ha hecho un retrato social haya sido 13 Rue del Percebe, donde está comprimida y caricaturizada toda la España de una época: los que vivían de patrona, el moroso, el tendero tacañete de la esquina, la portera... ¿Era una visión distinta de enfocar la historieta?
- Bueno, no es que fuera nada nuevo tampoco. Si miras la novela picaresca, aquello del diablo cojuelo que veía un edificio a través de las paredes, eso ya se había hecho.

- iUsted siempre se está quitando méritos!
- La publicidad está bien para mis personajes pero yo... ¿para qué la quiero? Lo cierto es que 13 Rue gustaba mucho a los lectores, pero hacerla era el parto de los montes, ¡era un trabajo espantoso! Tenías que hacer un gag en cada piso, la azotea, la alcantarilla... y encima todo metido en el interior, era mucho trabajo. Pero a la gente le gusta, pues adelante con ello.

- El humorista de El Jueves José Luis Martín realizó una viñeta en la que el personaje de iDios mío! les decía a Mortadelo y Filemón: "El milagro no es que os haya dibujado durante cincuenta años, ¡El milagro es que lo sigue haciendo contento!".
- Bueno, estas cosas van a ratos. Hay ratos que hasta te ríes con tus personajes, otros en que estás hasta el gorro.

- ¿Le molesta que los personajes sean más importantes que usted?
-
Pues magnífico, para eso los hago.

- ¿Y no lo han esclavizado?
-
Bueno, un poco si que te esclaviza. Por la noche me viene una idea a la cabeza, me levanto y me pongo en el tablero. Y ahí, dale que te pego. Y entonces oyes una voz lejana: "¡Paco, vente a dormir! ¿Estás tonto o qué?". Sí, estás esclavizado por el personaje, pero eso no tiene importancia. Todo el mundo está esclavizado en su trabajo.

- ¿Y se ha planteado la jubilación y disfrutar de un merecido descanso?
- Si es que con esto yo disfruto. Hay quien dice: "¿Por qué no te jubilas y aprovechas el tiempo para hacer todo lo que no has hecho hasta el momento?". Si yo dejara todo eso para hacer lo que no he hecho nunca, me plantearía "voy a leer esto o lo otro, voy a hacer un viaje"... pero, como no hay prisa, pues iría diciendo "hoy estoy cansado, ya lo haré mañana, no corre prisa"... Y al final no haces nada. Acabas jugando a la petanca y sería peor todavía.

- Y con toda la tarea que ha hecho y lo que significan sus personajes, sólo le han concedido el Premio del Salón del Cómic en 1994 y el del Mérito a las Bellas Artes en 2002. No le van a hundir la estantería con trofeos...
- Premios oficiales de esos... bueno, el premio de verdad es que al cabo del ario voy a firmar ejemplares y en todas partes me encuentro unas colas tremendas. ¡A veces me dan ganas de darme media vuelta y echar a correr! Algunos vienen con dos o tres álbums debajo del brazo ¡Madre de Dios, el trabajo que tengo por delante! Hay quien se pasa en la cola una hora o más. Porque yo a cada uno le hago un dibujito en unos segundos, pero me dicen que no importa, valía la pena.

- Ya veo que se la trae al pairo, pero es que me parece sorprendente. Con la de instituciones que hay: Ministerio, Diputación, Ayuntamiento, Generalitat... y con la cantidad de cantamañanas a los que hinchan a subvenciones y premios, ¿y a usted le conceden sólo dos en 55 años?
- Precisamente por eso, como sé que dan los premio a cualquier cantamañanas, pues la cosa no va conmigo. Yo no quiero el premio de la Generalitat, yo quiero el premio del público, esa gente amabilísima que me trae los álbumes para que se los firme. Los otros premios me tienen sin cuidado.

- ¿De verdad no le fastidia ni un poco?
- No. A mí esas cosas... Bueno, cuando viene el día de Sant Jordi, que voy a firmas colectivas y al día siguiente los medios citan a los que más han firmado, a los literatos... yo igual he firmado diez veces más, pero no me nombran. Igual me tendría que fastidiar, pero ¡bah!, me tiene sin cuidado. Si es que yo paso un mal rato cuando estoy en esos sitios de las firmas y me toca al lado un literato conocido y veo que antes de sentarme ya tengo delante cincuenta personas y ese señor tan importante no tiene a nadie. Y pasa el rato y me llegan cincuenta más y el hombre sin tener a nadie... a mí me empieza a silbar el oído izquierdo y me imagino que debe pensar: "Este, que es un vulgar pintamonigotes, tiene un montón de gente y yo, que soy un literato, ni caso". Hombre, lo que tendría que hacer la editorial es mandarle a alguien para que hiciera un poco de bulto.

Miles de historietas

- ¿Y lleva alguna contabilidad de cuántas historietas habrá dibujado en su vida?
- ¡Qué va! Eso de los récords, para el libro ese Guinness tan estúpido... No, eso me tiene sin cuidado.

- Se lo pregunto porque uno echa cuatro cuentas y piensa: este hombre debe estar montado en el dólar, debe vivir con Julio Iglesias en Miami...
- Hacer historietas no es como ser director del Banco de Santander... pero es verdad que yo nunca me he quejado.

- ¿Y lo de alternar en Miami con la jet set?
- En vez de irme por ahí de casinos prefiero jugar al dominó con un vecino. Eso de ir a un sitio de superlujo no me va a dar más satisfacción que irme con la familia a comerme unos caracoles de maravilla. ¡Si yo con eso estoy satisfecho, para qué voy a buscar otras cosa, que tontada!

- 75 años lo contemplan... antes decía que no sabría qué hacer si se jubila. ¿No se ha planteado escribir sus memorias?
- ¡¡Eso sí que no!! ¡ ¡Jamás, jamás, jamás!! ¡Pero si ésa es la cosa más burra del mundo! Yo lo único que he hecho ha sido trabajar toda mi vida, mis memorias ocuparían las dos primeras líneas de la primera página. Dirían: "Ibáñez fue un gilipollas que trabajó, trabajó y trabajó". ¿Y qué más ponemos? Nada Hombre, que las haga Julio Iglesias, que además de su trabajo ha tenido mil aventuras por ahí, pues yo qué sé, igual valdrían la pena, aunque la verdad, a mí no me interesa para nada la historia de toda esa gente, pero bueno, que las escriban. Yo no. Una idiotez completa.


Agradecimientos a Oli (Whakoom) por hacernos llegar la entrevista.

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